Para un lorquino, la Semana Santa significa devoción y fervor por sus colores. Ambos sentimientos se han visto agraviados desde los terremotos del pasado 11 de mayo cuando gran parte de las cofradías vieron sus templos resquebrajarse.
Una de ellas, la de la Archicofradía de Jesús Resucitado, no pudo sacar su trono principal por primera vez en 60 años desde su sede, la colegiata de San Patricio.
La iglesia continúa en obras y cubierta por los andamios que sostienen las zonas más deterioradas. Y es que para la presidenta de la congregación, Irene Mondéjar, «en Lorca queda todo por hacer».
Se trata de otro revés que los vecinos de Lorca han tenido que afrontar durante este año.
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